Libros, escritores y otras yerbas


Volcanes y terremotos (escrito el 9 de mayo de 2015)


Ayer fue el acto de entrega de menciones y premios de ALIJA, la Asociación Literatura Infantil y Juvenil de Argentina, y Terremotos y volcanes para curiosos obtuvo su mención especial del jurado. Hubo entrega de diplomas, agradecimientos, palabras emotivas y divertidas también. Yo podría haber subido al escenario, algunos me impulsaron a hacerlo, pero me agarró un terror escénico insospechado y elegí -mi cuerpo de pronto congelado eligió -quedarme en la platea. Y sin embargo pensé muchas cosas para decir, que las digo ahora (se me hubiera trabado la lengua anoche, lo sé, soy torpe con la palabra oral, vamos entonces con lo escrito).
Hubiera querido agradecer y agradezco ahora a ALIJA, que hace una noble y brillante tarea de lectura, selección de obras y difusión de autores, textos y trabajos. Agradezco también a ediciones iamiqué por su noble “labor editorial” (tal era la categoría del premio). Y sobre todo quiero agradecer a Fernando, Fer Fer, mi compañero en esta aventura de escribir un libro de ciencia para chicos. Después de tantos años de estar juntos, de haber caminado montañas y valles –y no lo digo metafóricamente, nos encanta el trekking y gastamos zapatillas recorriendo algunas montañas - nos pusimos a escribir a dúo, inventando una zona de cruce para los dos entre lo rigurosamente científico y el lenguaje llano y accesible para un público infantil. Nuestras hijas, Martina y Emma, a quienes dedicamos este libro ahora –la colección no admite dedicatorias en su formato, pero entre nosotros sabemos que el libro les está dedicado a ellas- soportaron muchísimos almuerzos de domingo con charlas sobre flujo piroclástico, cámara magmática, desplazamientos de Pangea y recomendaciones antisísmicas. Fue un trabajo intenso de investigación, conceptualización de ideas, hallazgos argumentales, humor y discusiones. Un trabajo súper enriquecedor para los dos. Para los cuatro, también. Y hermosa la sorpresa cuando vimos el texto plantado con las ilustraciones de Javier (¡notables!), coautor desde ese momento del libro.
Quiero agradecer por último y especialmente el haberme encontrado ayer en la sala José Hernández de la Feria con tanta gente querida (que debería ver más seguido): desde Sandra Comino –que me alentaba para subir al escenario- hasta Gustavo Bombini Istvansch –¡qué reencuentro!- Yaki Setton, Marina Cortés. Y sobre todo agradecer especialmente a una persona que no está pero que de alguna manera estuvo presente ayer, su libro “Escritura e invención en la escuela” (FCE) una recopilación de artículos cristalinos y necesarios- como ella- también fue premiado. Ella es Maite Alvarado, una de mis primeras maestras en la escritura, que me impulsó de una manera clara y luminosa a dar rienda suelta a la palabra escrita en el terreno donde toque desplegar la palabra: la ficción, el periodismo o la divulgación de la ciencia. Por siempre Gracias.





¿Dónde está mi tribu y dónde estoy yo?

Fue una experiencia radical haber leído el libro de Carolina del Olmo, ¿Dónde está mi tribu? (Ed. Capital Intelectual).

Desde la experiencia de la maternidad y desde la sociología (la chica es socióloga, sí) sin dejar de lado el femenismo, los impulsos vocacionales y una mirada realista y descarnada sobre el mundo del trabajo y del consumo, Carolina hecha luz sobre el origen de algunas contradicciones que se manifiestan como angustia difícilmente manejable cuando las mujeres que trabajamos - sobre todo en relación de dependencia y las rigurosas ocho/diez horas - decidimos ser madres.

¿Por qué el cansancio hasta los huesos? ¿Por qué la angustia, la culpa, el malhumor, la guardería, las postergaciones amorosas y personales? ¿Por qué tantas cosas a las que nos sometemos y nos someten algunos paradigmas "normales" de nuestra sociedad? ¿Hay otro modo de vivir la maternidad? ¿Hay otro modo de vivir la vocación? ¿Hay otro modo de vivir?

A mis amigas madres y a las que no lo son y a mis amigos también (que a veces son padres y madres ) les regalo una cita de este libro. Para seguir leyendo y pensando. (y construyéndonos, en lo posible, otro horizonte de acción).


"Se habla constantemente de libertad, de autonomía, de realización personal y de búsqueda de la felicidad, pero vivimos atados a las cadenas del trabajo asalariado y el consumismo y nos encontramos más perdidos y solos que nunca. Valoramos las relaciones personales y el amor por encima de todo y, temerosos del mundo hostil y competitivo que encontramos en el trabajo, en la política y en las calles, construimos refugios en los que querernos, cuidarnos protegernos pero nos encontramos con que la agresividad del mundo exterior se cuela en estos refugios y va minando nuestros proyectos vitales. 

La llegada de un hijo nos hace violentamente conscientes de la fragilidad intrínseca del ser humano, y también de su carácter social o relacional, de la imposibilidad del individualismo llevado a su extremo. Nuestras fantasías de independencia y autonomía se desmoronan. Si hemos tenido suerte con nuestra salud y nuestra economía, habremos disfrutado durante unos pocos años, mientras fuimos jóvenes y lindos, de la ficción de ser autónomos y autosuficientes. por supuesto, no hace falta tener un hijo para comprenderlo, pero su aparición resulta tan abrupta e inapelable que la certeza de que se trataba de una ilusión se impone por si misma. Además, a diferencia de lo que sucede con otras tomas de conciencia de la vulnerabilidad humana – básicamente la enfermedad y la vejez, la nuestra o la de nuestros seres queridos -, la fragilidad de un hijo   no tiene connotaciones negativas y no tiene por qué empujarnos a dar la espalda a la experiencia".

Del Olmo, Carolina. ¿Dónde está mi tribu? Ed. Capital Intelectual, Buenos Aires, 2013. 



La historia interminable 



La leí toda (no es poco lo que les digo: por momentos parece que no terminara nunca, de verdad), la comenté con mi hija mayor que ya la había leído y la comento en esta sección.


La historia interminable narra la aventura de un lector. Un chico que lee y se copa tanto con lo lee que se mete en el libro. Pero después, no sabe cómo salir....

Se trata de Bastián, un chico con muy poca gracia, que roba un libro, se esconde en un desván de la escuela, rateado de horas de clase, y lee.

Y a medida que lee se siente interpelado por la historia. Los personajes del libro - lo sabe a medida que avanza en su lectura- lo llaman, y lo esperan a él, porque solamente él, el lector, los salvará de un final terrible (un final en el olvido).
Entonces Bastián entra al libro para cambiar el curso de la historia. ¿Qué otra cosa es un lector?

El chico se transforma (primera transformación): de ser lector pasa a ser protagonista de esa historia que hasta entonces venía leyendo. Ya no es más el niño poco agraciado, sino un intrépido y valeroso personaje de novela fantástica. Su cuerpo cambia: ahora tiene fuerza y firmeza en la palabra.

Bastián pasa a ser protagonista y hacedor, inventor de su propia aventura, es decir, de su propio destino.

Porque -adentro de la historia- el deseo y la imaginación del chico  se proyectan en paisajes y situaciones que va a vivir día a día, paso a paso, en su recorrido por Fantasia, el mundo de la fantasía.

Entonces, hay una dama a la que tiene que salvar: darle un nuevo nombre es el pase, la clave para seguir el camino en el que tendrá que luchar con y contra algunas fieras, encontrar a un hombre sabio, a un aliado y a un amigo.

En el camino, todas las funciones del relato fantástico: las batallas donde se ven las situaciones de alianza y enemistad, la magia operando en transformaciones asombrosas, el bien y el mal en apariencias confusas, la sabiduría de unos, la arrogancia y el deseo que pugnan en el chico y lo hacen operar vanidosamente, el objeto mágico de poder, la bella traidora, la bella buena, etc.

La aventura lleva muchas sub aventuras: el recorrido por el mundo de Fantasia es largo. Hasta que el protagonista cae exhausto: no tiene más fuerzas, no tiene más deseos. Sólo hay confusión en sus ideas.

Entonces, cuando el protagonista no sabe qué desea y ya no tiene recuerdos de su vida terrenal, tiene que regresar. Pero ... ¡problemas! no sabe cómo regresar. ¿dónde está la salida del mundo de Fantasia hacia el mundo real?

Cuenta la anécdota que a Michael Ende se le complicó también la salida de su propia escritura. Como el protagonista de su libro, el autor no podía encontrar el final, la salida al mundo real. Un mundo en donde su editor lo presionaba con la exigencia de publicar.

Entonces fueron muchas condiciones las que puso Ende: dos colores para el texto para diferenciar niveles del relato y la tapa con la ilustración del libro que lee el protagonista.

Cuando el editor aceptó sus condiciones, el autor pudo terminar el libro. Y el protagonista encontró el modo de salir del mundo imaginario.

Y volvió cambiado, de eso se tratan las novelas finalmente. Y volvió para cambiar también sus vínculos con el entorno.  

La historia interminable propone entonces la posibilidad de entrar y salir de los mundos imaginarios, torcer el rumbo en la vida de los personajes de ficción y de la propia vida, cambiar el vínculo con los otros, llevar el control del propio derrotero, buscar una cifra de futuro y el cambio en el propio nombre, en el presente, en la condición del hoy. También distinguir al amigo del enemigo, cargar con el peso oscuro de la vanidad y poder sacárselo de encima, estar dispuesto al cambio, ser consciente de que todo despilfarro tiene su costo y todavía hay más.
 Pero lo dejo por ahora para que cada lector arme su aventura de lectura personal. Y seguir comentando, con hijos o sobrinos. 
 






Daniel Pennac
¿Los chicos no leen?


Que los chicos no leen, que los grandes no saben qué hacer, que el mundo de los libros es un mundo vasto, ajeno, complejo y que con tanto Ipod, Ipad y no sé qué quién se atreve a imponer o al menos proponer la lectura en una casa…   
Partiendo del presupuesto de que el adolescente y el libro pertenecen a mundos incompatibles, en Como una novela, (Ed. Norma) Daniel Pennac va hilando momentos de encuentro y desencuentro con los libros, con los relatos, con las historias del leer y con las historias que salen de los libros. Como una novela ilumina la oscuridad que acarrea el problema –tan contemporáneo- de la no lectura.
¿Los chicos no leen? ¿Y por qué no leen? Y los grandes ¿leen? ¿Qué leen?
Como una novela no es una novela, pero organiza su relato cronológicamente: desde la lectura en voz alta que los padres hacen en los cuartos infantiles antes de dormir, pasando por el adolescente que no puede concentrarse ni diez minutos en su libro (ahora obligatorio) hasta la aspirante a profesora titular que tiene que rendir el examen de admisión académica contando lo que el jurado espera que cuente de ese libro (teoría literaria), para llegar al profesor de lengua que ha decidido convertir su clase en un momento de lectura compartida y leerles a los apáticos adolescentes que le han tocado en suerte los más maravillosos libros de la literatura universal.  
Se trata de dar de leer, dice Pennac, como quien da de tomar al que tiene sed o de comer al que tiene hambre. Ese es todo el secreto. Allí reside la magia. Porque el agua clara y el alimento nutren también el hambre y la sed: las ganas de volver a leer y leer más y distinto. Saciar el deseo renueva el deseo.
Y el corpus que elige el maestro no es casual ni azaroso, sino deliberadamente adictivo: desde La Guerra y la Paz, pasando por Moby Dick y llegando a Flaubert y Kafka. Sin miedo, ni respeto, ni convenciones previas, ni teoría (lejos, por favor, la teoría). Leer por leer, leer para disfrutar, leer para estar en ese mundo de guerras heroicas, amores contrariados, pasiones desbordadas y persecuciones obsesivas. Leer para ser por un rato el capitán Ahab, Ana Karenina, Alex, el señor K, Emma y otros.
La invitación está dada. Pennac no se priva además de enumerar claramente los derechos del lector. Y ahí se arma la fiesta: derecho a no leer, a leer salteado, a leer cualquier cosa. Derecho a ejercer la libertad en cada uno de los gestos de la lectura.
Para no perder el eje en la biblioteca, sin echar culpas al Ipod, Ipad y chiches aledaños.

Perra salchicha, dalias y un papá que no tiene sueño



Un día llegó a mi puerta un señor con una caja llena de libros. Se equivocó, pensé, pero qué suerte, también pensé. Eran libros para chicos, novedades de editorial Norma y no era un error. ¡Gracias Valeria! 
El primero que leímos fue ¡Es hora de dormir, papá! que cuenta en primera persona las distintas trampitas que un papá hace a su hijo para no irse a la cama y la fatiga del chico que no sabe qué hacer para dormirlo. Y ahí está, el señor alto, grandote y siempre de sombrero, argumentando miedo a la oscuridad, mimos y esas cosas que ocurren por las noches. Escritura fresca y súper divertida, de la colección Buenas noches, esa de libros grandes, con ilustraciones que fascinan. 



Y también llegó un pequeño libro tesoro. Se llama Dalia. A Emma le encantó y yo creo que le encantó porque tiene un lenguaje simple, anclado en repeticiones de cierto tono poético, que va hilvanando perla a perla el collar de un relato que empieza con una flor imaginaria y voladora y llega a una perra salchicha de departamento. El texto es de Carolina Sanín Paz y las ilustraciones de Juana Medina. 
También me llegaron otros títulos que mis hijas leyeron con avidez y escondieron en los recodos más inaccesibles del desorden que tienen en su habitación. No los encuentro. Cuando pueda librarlos del escándalo de juguetes, papelitos, ropa y zapatos, serán comentados en este blog. Para seguir la ronda de los cuentos.  

 

Una señora que escribe y piensa

Hebe Uhart es una mujer sencilla. Una maestra de escuela como era mi abuela Rosita y mi tía abuela Dora.

Es de esa raza de mujeres observadoras, de palabras certeras y discretas, irónicas por momentos y siempre cautivantes. Mujeres de opiniones contundentes que practican con gusto y elegancia el arte de la conversación. Hebe además fuma, un ejercicio que acompaña rítmicamente sus palabras. Y como buena artista de la plática, tiene un interés real por conocer a su interlocutor: saber sus opiniones, sus gustos, sus decisiones de vida. Elogia o comenta lo que el otro dice. Mira a los ojos indagando. 

Hebe habla sin censurarse, buscando con palabras e imágenes la justa descripción de cada una de sus ideas. Echa mano a anécdotas, hechos históricos y personajes conocidos o desconocidos para contar lo que quiere contar. Y como es viajera incansable, sus relatos están llenos de protagonistas muy diversos, de geografías variadas también, de anécdotas divertidas. 


Hablar con ella es tanto o más placentero que leerla. Y leerla es el puro placer.

Sus relatos invitan a participar de una mirada curiosa, asombrada siempre, que indaga en los vericuetos extraños de lo cotidiano: una planta que se seca en el balcón, el mozo que mira raro cuando se le pide un café, las caminatas por el barrio, el recuerdo del primer velorio, el budín esponjoso que quisiera cocinar.

Eso me gusta de Uhart. Y su curiosidad cuando viaja. Y su entrega al mundo. Cito de memoria: - ¿A dónde quiere ir usted?- le pregunta una señora a la narradora- cronista- viajera que ha pedido una indicación. - A cualquier parte- responde y se embarcan las dos en una aventura por los barrios más pobres de Las Heras, donde las mujeres tienen mucho para decir y la cronista mucho material para poner bajo su pluma/lupa atenta.

 Porque en un pacto de complicidad férrea con el lector, Uhart guía el relato, como guía la hiedra, hacia esos rincones reveladores y a la vez inquietantes que tienen las personas y las cosas bajo la aparente normalidad del mundo que nos rodea. 

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