domingo, 17 de febrero de 2013

Montañas de sueños



Es notable la intensidad que ganan los sueños en la montaña. ¿O será algo propio de las vacaciones? No recuerdo haber soñado tanto y tan instenso en la playa. Supongo que el aire súper depurado lleva a un estado de cuasi alucinación: toda mi familia tiene en Potrerillos (2000 m s.n.m) sueños tan extraños como vívidos. 
En el desayuno nos peleamos por contarnos las imágenes abruptas que yuxtaponen con prolijidad maniática lugares impensables y gente de acá y de allá en situaciones de una lógica pavorosa. 
Anoche, yo era una maestra jardinera ejerciendo en Mar del Plata. No voy a interpretar a lo loco para decir que tengo acumuladísimas ganas de ir a Mar del Plata para visitar el terruño de mi primera infancia y a alguna prima que vive cerca del mar. Prefiero seguir con el sueño: tenia a mi cargo la salita celeste, unos nenes chiquitos con caras sucias de mocos, y estaba en una reunión de maestros donde mis colegas debatían un tema para ellos muy importante y para mí intrascedente. Me aburría con esa gente aunque sabía que era el lugar donde tenía que estar. El timbre me salvaba: hora de salida, a despedir a los niñitos y llevarlos a la puerta del jardín. Salia entonces con la fila de delantales celestes detrás de mi para esperar a los padres. Y ¡oh! tristeza: nos quedábamos esperando con la puerta abierta un buen rato, ellos y yo, porque nadie venía a buscarlos. De pronto aparecia Daniela, una amiga que no veo hace años, buscando a su hijo. Nada que ver, si tu hijo es grande. ¿Para qué viniste, desubicada? Corte escena a casa en donde le decia a Fer que tenia el mejor  trabajo del mundo y que me quedaba en Mar del Plata con mi sueldo y los mocosos, y que chau, que otro día hablamos. No tenía hijas en el sueño. 
En la mesa del desayuno recompongo en voz alta la trama como el día previo había sido otra trama con un edificio de acero y vidrios en la playa y yo escalando con arnés el edificio. Martina revuelve el nesquik y se preparaba para contar lo suyo (ya nos dirá de una amiga que hacia muñecas de papel y llegaba tarde a la escuela porque tenia que cruzar el arroyo de la montaña), pero antes es el turno de Fer que cuenta de un llamado que tuvo en la noche: su jefe reclamaba su presencia inmediata por alguna falla en el sistema, "un papelon con el cliente", dice que el tipo soñado decía y enardecia incluso ante la respuesta contundente del  soñador: "a mí que me importa. Estoy de vacaciones, cuando vuelva, hablamos".

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