viernes, 31 de mayo de 2013

Las venitas



¿Cuál es la vena favorita para que te saque sangre? – dijo el extraccionista, impecable guardapolvo blanco, cara de sueño. - Tenés las venas finitas-, dijo mientras me tanteaba el brazo que él mismo me había ayudado a instalar apropiadamente sobre un soporte de metal helado.
No le contesté. No tengo nada para decir y es novedad para mí lo que acaba de contarme. Al contrario: cada vez que me hago un análisis de sangre el sujeto envestido en guardapolvo blanco hace algún comentario sobre mis venas. ¿Quién es quién para evaluar mis venas y encima criticarme abiertamente? Menoscabada, empobrecida, impotente frente a una condición física que no puedo cambiar, miro al techo para evitar ver la jeringa y ruego en silencio que el tipo al menos tenga la habilidad suficiente para encontrar la vena al primer intento. Y que por favor no empiece con el juego de pincho- busco- pero no encuentro. Ya me pasó una vez y ni siquiera quiero recordarlo mientras miro el techo, luces de neón, muy blanco el habitáculo, incómoda la silla y el soporte frío, sobre todo, frío.

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