lunes, 27 de enero de 2014
Por la bicisenda
Inhalo, exhalo. Aire urbano mezclado con humo de los autos y calor asfáltico. No me importa: voy feliz sobre las dos ruedas. Mi bicicleta es azul y canto.
De oeste a este primero y luego de sur a norte recorto la ciudad.
Por haber hecho el mismo camino otros lunes, otros días también, sé que en el primer tramo, en la mitad de una calle angosta y siempre llena de autos, me espera el volquete de basura. Pero no me importa: pedaleo fuerte, levanto velocidad, miro hacia atrás para constatar que no vienen autos, esquivo el volquete que hiede - inhalo y ¡puaj!- y en una curva magistral vuelvo a la senda.
Es el primero de los tres volquetes olorosos del trayecto que me ofrecen siempre esa pequeña cuota de riesgo y adrenalina. Canto más fuerte. Hace calor y me gusta.
Antes de cruzar una avenida doble mano, en la que es raro que funcionen los semáforos, me sobresalta apenas el paso estruendoso de un gran caminón que casi me roza. El camionero me dice algo que no entiendo, las partículas de monóxido de carbono que salen de su caño de escape entran y salen de mis pulmones sin dejar mácula - quiero pensar, al menos, que los cuarenta minutos de ida y los correspondientes de vuelta siguen siendo un buen ejercicio aeróbico, capaz de contrarrestrar las partículas no preciadas que entran y salen, - sobre todo eso, que salen, pienso, espero, exhalo con fuerza para que se vayan.
Sigo cantando: de Silvio Rodríguez a todo pulmón paso a un tema de Ceratti.
Salto un poco en las dos cuadras de asfalto mal remendado, - pozo y cobertor asfáltico que no ayuda - hasta que a mitad de cuadra un señor se lanza a cruzar sin mirar ni atrás ni adelante ni al costado. Le canto entonces al señor desprevenido.
Y al cruzar la avenida, esquivo a la infaltable mujer que espera el cambio de semáforo parada sobre la bicisenda. A ella dedico estos segundos mi canto.
Dos cuadras más arriba noto que somos muchas bicis de ida en fila india, muchas bicis de vuelta que esquivamos en orden coreográfico el camión mezclador que se puso frente a la obra, (¿no tiene realmente otra opción?).
Y así vamos, de excepción en excepción: caca de perro, bache, pozo, montículo de basura que escapó de una bolsa, otra señora distraída, la moto que se cuela por un tramo, el separador de carriles roto y desmayado sobre la senda y otros divertimentos.
Repito la experiencia de ida y vuelta cada lunes y, cuando puedo, los martes y otros días, porque es bueno para el cuerpo y para el alma, porque mis pulmones y mis piernas aún agradecen el ejercicio. Puro aerobismo urbano.
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